15 de abril de 2021

El estaño del estruendo

Días pasados en este mismo rinconcito virtual afirmé que en cada provincia de nuestro país hay poetas notables (notabilísimos, algunos) que el porteñocentrismo de nuestra cultura y del mundillo literario se obstina en ignorar con furor digno de mejor causa. Dije también que iba a intentar demostrarlo en este espacio virtual y hoy se me presenta una oportunidad. Había arrancado con Juan L. Ortiz, lengua viva del Paraná, y hoy traigo, gracias a un posteo de Sofía Cerviño en Facebook, a Juan Manuel Inchauspe, poeta santafesino. 

Conocí a Inchauspe gracias a una clínica de poesía que dio Ricardo H. Herrera allá por el 2004 aproximadamente. Fueron cuatro clases intensas en la Casa de la Poesía de Buenos Aires: desconozco si ese espacio tan hermoso sigue existiendo (temo que la piqueta del progreso/sismo lo haya derribado o convertido en sabe Dios qué). Era la casa de Evaristo Carriego, de ahí que se llamara, con total justicia, la Casa de la Poesía. En pleno barrio de Palermo (Palermo Viejo, no Soho ni snobeadas por el estilo), era una casa estilo chorizo en la que funcionaba el centro cultural y la más exquisita biblioteca de poesía argentina que yo recuerde. Insisto en que no sé cuál fue su suerte, creo que tampoco quiero saber. Mejor guardo aquel bello recuerdo, y el recuerdo de esas cuatro intensas clases en las que Herrera nos regaló poetas de la talla de Inchauspe, que todos desconocíamos con prolijidad absoluta, y nos insistió hasta el hartazgo con la necesidad de volver al clasicismo, de aprender a escribir versos con medida, de aprender a distinguir un endecasílabo de un alejandrino y, sobre todo, de saber encontrar la música perdida en el mal llamado «verso libre» (que de libre no tiene nada). Nos aleccionó también sobre la importancia de la simpleza, de evitar los rebusques, las ñoñerías, la retórica vacía, la lúgubre llorosidad que nunca llegará a las cumbres pizarnikianas por mucho que se insista (esto seguramente iba a dirigido a mí) y todo lo que, justamente, Inchauspe no hacía. Su poesía es dura, afilada como una navaja toledana, de bordes y aristas como de diamante y tiene un fulgor similar. Sus poemas, esas notas rápidas que iba dejando por ahí, son como ráfagas que pasan y nos dejan perplejos y despeinados, preguntándonos qué pasó, qué me acaba de decir este señor que murió en la indigencia siendo todavía muy joven y que, al parecer, se dejó morir de amor, como no podía ser de otra manera. 


IMAGEN DEL CARACOL 

I
«Estar un poco con uno mismo» 
dijiste.

Sí, alejados del estruendo y las
inútiles utilidades
de cada día.
Sustraídos, por un momento
secreto y luminoso
a ese orden que siempre toma mas de lo que da.

II
«Estar un poco con uno mismo» —dijiste.
Sí, lo sé, sustraídos a ese orden
que siempre toma más de lo que da
alejados por el estaño del estruendo
y las utilidades del día
a los momentos secretos luminosos.
A veces es necesario
un movimiento de repliegue
para ocupar
un lugar que siempre está vacío y descuidado.

Trabajo nocturno, 2010.

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