22 de junio de 2021

Corazón partido

Son días horribles. Díficiles, duros, eternos. A las horrendas maquinaciones de la posmodernidad, hay que sumarle la pestiferación maldita que nos azota sin tregua y que cada vez que parece amainar es sólo para volver con mayor ferocidad. La rutina, aunque es de las pocas cosas que nos mantienen en eje, es igualmente feroz y desgastante. Todos los días debo luchar contra la abulia y la apatía, dos de mis grandes enemigas. Todos los días debo repetirme como un mantra que habrá salida, que hay futuro, que todo va a estar bien. Pero qué va a estar bien. Un carajo está bien. Y por si todo eso fuera poco, las ausencias que se vuelven carne y retornan con sus cantos imposibles en sueños o en recuerdos, sólo para dejarnos más solos y más lacerados. Y así siguiendo. Y, sobre llovido, mojado: se siguen yendo los maestros. El domingo, el corazón de Juan Forn dijo basta. Ayer, todavía golpeados y machacados por esa infausta noticia, nos enteramos de que la poeta Laura Yasán, una de mis maestras, decidió, al parecer, irse. Su corazón, como se desprende de alguna del poema que copio a continuación, también dijo basta. Podría enumerar todos los talleres que hice con ella, hablar de sus certerísimas devoluciones y del premio que fue ser finalista en un concurso de poesía sólo porque ella estaba en el jurado, pero no tiene la menor importancia. Es hora de leerla. Ahora no queda más que leerla. Podemos dejar las anécdotas personales y las explicaciones y los análisis poéticos para otro momento.
Agradezco a Sergio Felipe Mattano la imagen que ilustra este posteo.



QUÍMICA ORGÁNICA

todo el tiempo que tarda el corazón en olvidar la música
y acostumbrarse al ruido de hojas muertas
que desprende el recuerdo cuando avanza

todo el tiempo que tarda en separar
hebras impuras del oxígeno
latido de temblor
señales en la falla

todo el tiempo que tarda en reaccionar su ángel sometido
la boca azul contra la noche
ese torrente oscuro que va en la cicatriz
como un pez por el cauce del misterio

todo el tiempo que tarda en corromper
la ruta del carbono
y arder bajo la nuca el tronco de su árbol

se rasga en las mejillas una alfombra de seda
la lengua flota en una ciénaga
y es un beso de sal sobre la llaga
todo el tiempo que tarda el corazón
en dejarte partir

La llave Marilyn, 2008. 

7 de junio de 2021

Astilla de lucero

Cada vez más me inclino por la poesía más simple, por la que prescinde de todo andamiaje retórico vacuo, de toda pedantería ilustrada, de toda arquitectónica composición de nada. Cada vez más creo que es necesario adentrarse, tanto como lector y como creador, en la dificilísima sencillez, en la compleja ciencia que hace que todo parezca facilísimo cuando es todo lo contrario. Cada vez menos artificios y más sustancia y esa sustancia cuanto más simple, llana, cercana y natural, mejor aún. Me alejo cada vez más, como lectora y como creadora, de los cerrados mundos yoicos, de las inentendibles abstrusidades que nada dicen, de los piélagos de vocablos vacíos apilados al tuntún, procurando que digan algo cuando nada pueden decir, pues no los anima la gracia, no tienen, justamente, alma. Cada vez más alejada de pompas y circunstancias, cada vez más cercana al mundo natural que nos rodea, el que vive y respira fuera de las pantallas, como estos poemas del peruano Arturo Corcuera que invito a leer. 



FÁBULA DE LA LUCIÉRNAGA

Diamante en trizas.

Semáforo diminuto
que señala el rumbo
de las libélulas.

Posada sobre un madero
cantas intermitente,
astilla de lucero.


EL HEREJE

Nadie podrá convencerme
que el tren
no es larva de mariposa
que el avión no tiene plumas
que el mar no bebe cerveza
que la luz no es una flor.