7 de junio de 2021

Astilla de lucero

Cada vez más me inclino por la poesía más simple, por la que prescinde de todo andamiaje retórico vacuo, de toda pedantería ilustrada, de toda arquitectónica composición de nada. Cada vez más creo que es necesario adentrarse, tanto como lector y como creador, en la dificilísima sencillez, en la compleja ciencia que hace que todo parezca facilísimo cuando es todo lo contrario. Cada vez menos artificios y más sustancia y esa sustancia cuanto más simple, llana, cercana y natural, mejor aún. Me alejo cada vez más, como lectora y como creadora, de los cerrados mundos yoicos, de las inentendibles abstrusidades que nada dicen, de los piélagos de vocablos vacíos apilados al tuntún, procurando que digan algo cuando nada pueden decir, pues no los anima la gracia, no tienen, justamente, alma. Cada vez más alejada de pompas y circunstancias, cada vez más cercana al mundo natural que nos rodea, el que vive y respira fuera de las pantallas, como estos poemas del peruano Arturo Corcuera que invito a leer. 



FÁBULA DE LA LUCIÉRNAGA

Diamante en trizas.

Semáforo diminuto
que señala el rumbo
de las libélulas.

Posada sobre un madero
cantas intermitente,
astilla de lucero.


EL HEREJE

Nadie podrá convencerme
que el tren
no es larva de mariposa
que el avión no tiene plumas
que el mar no bebe cerveza
que la luz no es una flor.

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