5 de mayo de 2021

Se fue sin pagar

Me entero, por los avatares de Facebook, que hace unos días, más precisamente el 3 de mayo, falleció el poeta Eduardo Mazo. Seguramente no les suena, es probable que no lo conozcan ni lo hayan oído mencionar siquiera. No era muy conocido tampoco, puesto que se movió siempre por las suyas. Editaba sus propios libros y estuvo exiliado en Barcelona, pero en los últimos años había vuelto a nuestro país y posteaba regularmente algunas reflexiones en Facebook. Llegué a él de las extrañas formas en que se llega, siempre, a la poesía más diversa: el padre de mis hijos tenía en custodia la biblioteca de uno de sus primos, si no recuerdo mal, allá en su casa de La Tablada. Eran unos pocos libros pero muy variopintos. Uno de ellos era Autorizado a vivir, de Eduardo Mazo, un libro de epigramas, según anuncia la propia portada, del que luego transcribo varios. Cuando el padre de mis niñitos se mudó conmigo, en aquel aciago año 99, aquel libro vino a parar a mi casa también pero cuando se fue a su provincia natal (en el mismo aciago año) se lo llevó con él, desde luego. No correspondía que se quedase (ni él ni el libro). El caso es que un domingo, en el Parque Rivadavia, me crucé de nuevo con Autorizado... y lo compré sin dudar. Casi diez años después, en una de mis librerías favoritas de la calle Corrientes, di con su ¿continuación?, Prohibido morir. Y muchos años después, Facebook volvió a ponerme sobre la pista de Mazo. El mismo Facebook que ahora me cuenta que se ha ido, supongo que por la peste actual, no lo aclara. No sé si fue un gran poeta, pero sin duda merece este pequeño homenaje que aquí le rindo. Todos estos poemas habían sido copiados en el CdP original, dicho sea de paso. 


Lo malo de la muerte
es que, casi siempre,
nos encuentra viviendo.


Se desea todo lo que no se tiene
y se pierde
todo lo que se ha deseado.


Siempre giramos sobre el mismo tema: 
la muerte.
Tremendo susto nos llevaríamos si después
de tantas poesías,
resulta que no existe.


Me hubiera gustado nacer el 37 de agosto
para dejar estupefactas a las muchachas
que me preguntan de qué signo soy
en el preciso momento
que les voy a dar el primer beso.


Cuando acaba el programa diario
de televisión
hay ya que irse a la cama,
porque realmente,
ya no hay nada que hacer.


¡Y a mí qué carajo me importa
que los bancos reduzcan punto y medio
sus tasas de interés!


Jesús, Mahoma, Moisés, Buda...
y ahora ese hombre
que me mira fijamente desde la parada del autobús.


Un día no habrá pobres ni explotados, 
ni altos índices de mortalidad infantil, 
ni intereses bancarios.
Los poetas nos las veremos negras
con tanta felicidad.


Cuando el amarillo macilento de las palabras
y el seráfico gesto se aletargue en el tiempo,
grabaré
—sobre el fémur de mi esqueleto—
tu nombre, 
para que los gusanos se enteren
que se han comido a un poeta enamorado.


Quiero este epitafio para mi tumba:
«Se fue sin pagar».


Hay domingos
que no se sobrellevan.


¡Nunca seré ajeno a mí!


Las feministas están equivocadas en sus críticas.
Veamos, por ejemplo:
la vida,
la suerte,
la felicidad, 
la poesía,
la muerte,
la rosa, 
la ley,
etc.
Casi todo es femenino.
A nosotros los hombres,
sólo nos quedan
el poder
y el arbitrio.


Es tarde,
menos
para todo.


Seré claro: 
¡estoy harto de esforzarme
en no pensar en ti!


¡Ah!
Me olvidaba: 
te invito a mi autopsia.

Autorizado a vivir, 1981.


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