3 de mayo de 2021

Atención atención yo gritaba atención

Así como hay poetas de los que soy devota (ya se han vislumbrado unos cuantos por aquí), hay otros poetas de los que no lo soy, por diversos motivos. Muchas veces, como en el caso de hoy, son grandes poetas, poetas incluso muy admirados por todos (público y otros poetas), pero su resonancia en mí no llega a los niveles de gozo y resplandor de aquellos de los que sí soy dedicada vestal. En algunos casos es entendible (he explicado aquí, por ejemplo, por qué deploro la figura poética de Mario Benedetti y no soporto su edulcorada poética), en otros tal vez no tanto, como en el caso que me trajo hasta estas orillas hoy. Es cierto que a Gelman no lo he leído a fondo pero lo leí bastante; es cierto que algunos poemas me parecen muy buenos, incluso buenérrimos, incluso, como el que traigo, uno de los mejores de la poesía en lengua castellana, pero así y todo algo siempre termina por dejarme indiferente o por no decirme todo lo que al parecer les dice a otros. Y está bien, es imposible resonar en la misma frecuencia con todos a la vez. Pero ya que hoy se cumple un aniversario de su nacimiento aprovecho para compartir este poema que, tarde o temprano, lo iba a compartir de todos modos, pues lo considero, insisto, de los mejores que se han escrito en nuestra lengua. 
Y también aprovecho para contar que gracias a este poema nació una preciosa consigna de taller literario que siempre rindió excelentes frutos: tras leer el poema y hacer los análisis pertinentes, les pedía a mis alumnos que escribieran un poema reemplazando la palabra «mujer» en el primer verso por alguna otra de su interés o predilección y continuaran desenrendando ese ovillo a ver qué salía. Salían siempre hermosos poemas porque la potencia de esa comparación es tan terrible que sólo se puede ir a lugares de densa profundidad a partir de allí. Y también los invitaba, antes de escribir, a hacerse algunas preguntas, que aquí transcribo para quien quiera ir un poco más allá y hácerselas también. Si la poesía no nos llena de preguntas, después del asombro de habernos asomado a su mundo, algo no estaría funcionando bien...

quise invitarlos [a mis alumnos] a dejar volar la imaginación en alas de la poesía, instándolos a que se preguntaran cosas como ¿y cómo será una mujer que se parece a la palabra nunca? ¿qué características tendrá? ¿por qué Gelman dice atención atención yo gritaba atención? ¿no es cierto que cuando uno ama y es amado caen a pedazos la furia y la tristeza y que cuando no es correspondido es como estar muerto en vida? ¿y a qué les recuerda esto? ¿no se parece a la letra de un tango, sólo que en vez de decir «percanta que me amuraste...» dice «esa mujer...»? y así por el estilo.

Con ustedes, Juan Gelman y su «Gotán»: 

GOTÁN

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo. 

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos. 

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad. 

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

Gotán, 1962.

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