8 de abril de 2021

Los neblíes de la sangre

Hay poemas que se nos quedan pegados por una palabra o por alguna expresión particular, ni siquiera por un verso completo. Hoy traigo uno de esos poemas que se me quedó pegado desde la primera vez que lo leí por una, para mí, extraña palabra, reproducida en el título de este posteo. Dada nuestra inmensa ignorancia, todos nos estamos preguntado qué demonios es un neblí, ¿verdad? Claro que sí y el diccionario, con su oficiosa paciencia de oráculo, nos dice que un neblí es, simplemente, un ave, más exactamente un halcón. Sin embargo, para mí, y acaso por la asociación que le imprime el verso, «los neblíes de la sangre son los rubíes con que esta se adorna cuando recorre el cuerpo de una poeta. No me pregunten de dónde saco cosa semejante, es lo que siempre me despertó ese maravilloso verso de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou: «muertos ya los neblíes de la sangre». 
Una interpretación «recta» del verso podría decirnos que, en realidad, la poeta se refiere a la pérdida de los bríos juveniles que sobreviene con la edad (si asociamos neblíes = halcones con la idea de fuerza y juventud), pero en mi cabeza loca la interpretación siempre es que lo que se ha muerto allí es la propia sangre, su propia sustancia vital, su rojo impúdico que se ha tornado ya el más angustioso negro. Quizás esta interpretación viene a cuento de la desolación que campea en todo el poema, vaya uno a saber. La magia de la poesía reside justamente en que, mientras no nos vayamos demasiado del texto, admite numerosas, opuestas y asimétricas interpretaciones. Eso hace también que sea tan fascinante y que nunca defraude, porque además de abrir mundos a través de la palabra en la asfixiante estrechez del actual, permite llevar las cosas más allá y resignificarlas, que no otra cosa es, después de todo la metáfora (como siempre digo en la etimología está todo y «metáfora» en griego significa «trasladar, llevar más allá»). 



Habrá más poemas de Juana de América en este blog: la vengo leyendo desde muy chica y la siento más cercana en su poesía y su forma de ver el amor y el mundo que al 99% de mis contemporáneas. Así de anacrónica soy y ando por el mundo, con pandemia y todo. 


RUTA

Apaciguada estoy, apaciguada,
Muertos ya los neblíes de la sangre.
Silencio es, silencio,
El día que empezaba en jazmín suave.

Por otras calles voy, mucho más altas,
Bajo un gélido cielo de palomas.
Es limpio, enjuto, el aire que me roza
Y hay en el campo frías amapolas.

Serena voy, serena, ya quebradas
Las ardientes raíces de los nervios.
Queda detrás el límite
Y empieza el nuevo cielo.

Perdida, 1950.

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