3 de abril de 2021

Los poemas se escriben con palabras, no con ideas

La poesía y los poetas es el título de uno de los primeros libros sobre poesía que compré en mi vida. Más exactamente, según veo, en 1991. Tenía entonces apenas diecisiete años, pero cada vez que se me presentaba la oportunidad, compraba libros y, con cada vez mayor insistencia, libros de poesía o sobre poesía, como en este caso. Si bien entonces no había pasado de leer el Romancero gitano y algunos poemas sueltos en el colegio, vagamente ya comprendía que mi destino y mi vocación estaban allí, en esa cosa tan ilusoria y fantástica como es la poesía. Y procuraba acercarme, hacerme amiga, como si de un felino arisco se tratara, y creía que leyendo estos libros (y hasta peleándome con ellos, según veo ahora) iba a convencerla de mi interés. No hubiera hecho falta nada de esto, entiendo ahora, porque la poesía simplemente elige ella misma sus vehículos y estaba claro que a mí me había elegido (no puedo explicar cómo, simplemente era así), pero sí observo que mis intuiciones no me engañaban: si bien en ese entonces casi todos los poetas que escriben en este libro me eran completamente desconocidos (muchos de ellos aún lo siguen siendo, digamos todo), ahora sé que varios de ellos son de una importancia superlativa al menos en las letras nortamericanas, como Gregory Corso. Observo ahora también que el libro está profusamente subrayado y bastante comentado en los márgenes, aunque esos comentarios son de una lectura muy posterior, más aún, creo que fue durante la realizada para el CdP. Justamente, toda esta introducción es para compartir las opiniones del poeta norteamericano William Jay Smith, cuya obra poética desconozco con total prolijidad, pero cuyas impresiones (que copiaré a continuación extrayéndolas del CdP) comparto plenamente. Habrá más sobre este libro. 



[CdP] Más opiniones sobre la poesía: 

La variedad en la poesía, como en cualquier parte, lo representa todo. Constituye el condimento sin el cual el manjar resulta viscoso e insípido. El repetirse a sí mismo ad infinitum, como hacen inclusive algunos poetas modernos muy talentosos me parece algo semejante a encerrarse en la cocina llena de olores rancios, desagradables. Siempre he creído en el dicho de Jean Cocteau de que el artista debe descubrir lo que puede hacer y hacer algo completamente distinto. El poeta debe aventurarse siempre, probar cosas nuevas.

La siguiente anécdota la contaba el profesor Cowes por lo menos cada clase y media en los teóricos de Teoría Literaria, tanto I como II: 

... la historia de Degas que, excitado, llevó algunos poemas que había escrito para enseñárselos al poeta Mallarmé. En ellos el pintor había intentado traducir todo el placer que le producían las bailarinas y los caballos de raza, y cuando el poeta vaciló en dar su aprobación, el artista protestó diciendo que, después de todo, había comenzado los poemas con ideas muy buenas. Mallarmé replicó, desde luego, que los poemas se escriben con palabras, no con ideas.

Finalmente: 

... todas las obras de arte deben poseer su misterio y que, si bien los poemas pueden desarmarse como relojes, cuando se los vuelve a armar aun pueden no quedar explicados. Conservan, emiten, como dijo García Lorca refiriéndose a lo que debía ocurrir con toda gran obra de arte, sus «sonidos negros». Esta, según parece, constituye la resonancia que posee toda gran poesía: ese insondable misterio de la psique al que sólo podemos acercarnos con reverencia y amor.

Poets on poetry

P. D.: Dejo el título en inglés del libro porque la traducción castellana siempre me pareció desacertada. No es «la poesía» y «los poetas» por su lado, como da a entender, sino que es los poetas hablando de/sobre la poesía. Es una diferencia sustancial que nunca comprendí muy bien cómo o por qué se les pasó a sus traductores.

2 de abril de 2021

Soldados

En general, deploro la poesía de ocasión. Con "poesía de ocasión" me refiero a esos poemas compuestos para celebrar algún suceso digno de ser recordado, poemas generalmente escritos inmediata o simultáneamente con el hecho en cuestión. Suele ser uno de los usos más arraigados de la poesía, que se puede rastrear hasta el origen mismo del género lírico con Píndaro y sus Odas, por decir algo. A mí, salvo unas pocas y gloriosas excepciones, suele parecerme siempre una reverenda porquería, un uso espurio de la poesía, una función que no le es connatural, un forzamiento, no sé. Posiblemente exagero, pero en general pienso esto. Me ponen de muy mal humor esos textos que circulan con la velocidad del rayo en Facebook luego de algún acontecimiento ominoso, como si sus autores estuvieran siempre esperando que ocurra alguna desgracia para ir y escribir unos versos. Alguna vez dije esto en mi muro y muchos amigos y colegas me saltaron a la yugular, para variar. Está bien. Son puntos de vista. Yo prefiero, en todo caso, que la poesía nazca del asombro, de la contemplación y de una larga templanza del dolor, en lugar de que sea un espasmo violento ocasionado por la tristeza, por las injusticias o por la luctuosidad de ciertos acontecimientos. También es cierto que en muchas ocasiones la angustia es tan galopante ante lo que ocurre que sólo escupiendo versos o ristras de palabras que se asemejen a ellos se puede lograr un mínimo de paz. Lo entiendo. Es escritura terapéutica y no tiene nada de malo, pero no sé si es lícito hacerla pasar por poesía sin más. Sin dejar que decante, que quede lo esencial y se diluya lo superfluo de la emocionalidad y el grito. Muchas veces es sumamente complicado distinguir una cosa de otra, poder decir cuándo lo terapéutico puede llegar a un nivel literario, etcétera. Entramos ya en las finas disquisiciones de la teoría y la crítica literaria que tanto espantan (y con razón) a los profanos. Para no seguir yéndome por las ramas, retomo: la poesía de ocasión suele caerme mal, salvo, insisto, excepciones.




Precisamente esta es una excepción. No sólo porque es un hermoso y tristísimo poema que resume toda una tragedia en un brevísimo espacio sino porque además forma parte de un poemario igual de hermoso y triste que fue trabajado años y años y que nunca se dejó llevar por el mero espontaneísmo o la mera efusión. Y tiene, además, el agregado de haber sido escrito por alguien que estuvo allí, que lo vivió y que no, no se lo contaron. En tiempos en que la desmalvinización cunde y en que quieren convencernos de que no estamos en guerra (nunca dejamos de estar en guerra, digan lo que digan) es hora de levantar esta bandera más alta que nunca. 
Malvinas argentinas siempre. Gloria y honor a los veteranos y caídos en la guerra de Malvinas.

Cuando cayó el soldado Vojkovic 
dejó de vivir el papá de Vojkovic 
y la mamá de Vojkovic y la hermana 
También la novia que tejía 
y destejía desolaciones de lana 
y los hijos que nunca llegaron a tener 
Los tíos los abuelos los primos 
los primos segundos 
y el cuñado y los sobrinos 
a los que Vojkovic regalaba chocolates 
y algunos vecinos y unos pocos 
amigos de Vojkovic y Colita el perro 
y un compañero de la primaria 
que Vojkovic tenía medio olvidado 
y hasta el almacenero 
a quien Vojkovic 
le compraba la yerba 
cuando estaba de guardia 

Cuando cayó el soldado Vojkovic 
cayeron todas las hojas de la cuadra 
todos los gorriones todas las persianas

Soldados, 2009.

P. D. del 31/05/2021: Es la tercera vez que tengo que reponer la imagen. Me pregunto si hay algún algoritmo al que le molestan las imágenes de Malvinas, sólo porque soy muy desconfiada y malpensada. Espero que simplemente se trate de una coincidencia... porque seguiré poniendo imágenes de Malvinas todas las veces que haga falta. Actualización del 02/04/2022: repongo la imagen por cuarta vez. Hartante ya. 

30 de marzo de 2021

Las deidades felinas

Son innumerables los poemas sobre gatos. Hay numerosas antologías y, desde luego, tengo varios poemas gatunos favoritos (uno de ellos jamás puedo leerlo sin llorar a mares, en otro posteo contaré por qué). No hay ser más bello y misterioso, en mi opinión, que un gato. Los felinos en general lo son, pero los gatos tienen un plus, acaso por su tamaño menor respecto de panteras, tigres o leones, o por la aparente maleabilidad que nos deja acercarnos y hasta alzarlos (no siempre). Se han escrito también hermosos libros sobre ellos, como este, así que no voy a enzarzarme en un panegírico gateril ahora (ya he hecho varios, además). 
Quiero simplemente explicar, o mejor dicho, hacer ver por qué el siguiente poema del mexicano José Emilio Pacheco es una pequeña gran proeza de la sencillez y el encanto. No es sólo porque describa a la perfección la actitud que suelen adoptar los gatos (en especial las gatas) frente al mundo, sino porque logra, con la mayor economía, ponernos frente a frente con todo un universo en apenas un puñado de versos. ¿Me acompañan a ver cómo está hecho? 
Prometo que este «destripamiento» de los poemas es de lo más proteico y provechoso tanto para quien quiera iniciarse en el arduo camino de la poesía (quiero decir, lanzarse a escribirla), como para quien quiera únicamente disfrutar de su magia leyéndola. No se pierde la magia, justamente, por mostrar los trucos: puede ser que incluso se acreciente. Antes de pasar a lo que sigue, recomiendo que se lea el poema y luego se lea el análisis (también puede obviarse este paso, desde luego, pero lo dejo para quien guste de él).

Como corresponde a cualquier análisis que se precie de tal, comencemos por el título. Una única palabra condensa el espíritu y la temática del poema: «Gatidad», neologismo del autor que celebro por su justeza y eufonía («Felinidad» no suena tan bien). Inmediatamente logra que lo asociemos con «deidad», que es exactametne la actitud que toman los felinos en cualquier circunstancia (miles de memes así lo atestiguan). El poema se inicia con una estrofa de un único verso que, de inmediato, pone en escena a la protagonista, a los espectadores de su gatidad y el ambiente en el que todos están envueltos. Con un puñado de palabras ya vislumbramos la sobremesa de una reunión familiar o de amigos en la que, sigilosamente, como hacen todos los gatos, ha entrado su deidad felina. Escuchamos incluso el repentino silencio que se hace ante la aparición, prácticamente equiparable a una epifanía. La segunda estrofa se demora, con parsimonia igualmente felina, en describir a la gata de marras: nos informa que no es una fina gata de raza, muy por el contrario es una gata marca «gato», es una gata común, aunque «común» en el reino felino jamás significará «ordinaria» pues ni el más rantifuso de los mishines lo es ni aunque quiera. Ellos siempre están en otro orden, fuera de las categorías asequibles de este mundo. Esta gata no es la excepción, incluso con toda su «bastardía». La tercera estrofa, del mismo modo que en una obra teatral, alcanza el clímax: la gata ha hecho su número, ha dictado sentencia, ha repasado a todos y cada uno de los humanos allí presentes y ha concluido que, tal como sospechaba, ninguno vale la pena un segundo de su preciosa atención y procede sin más a retirarse. Se ha cerciorado de que allí no hay nada que revista su interés y lo hace saber, a su taxativo modo. Juro que no estoy delirando. Los gatos hacen eso todo el tiempo. Complejos pensamientos atraviesan sus testas perfectas y los dueños podemos, incluso, reconocerlos. La convivencia permanente con ellos nos brinda esta delicada gimnasia, que también nos permite inferir qué desean cuando se dignan a reclamarnos algo, aunque no siempre podamos satisfacer todos sus deseos (o caprichos). La cuarta estrofa acentúa lo ya dicho en la tercera, repitiendo (y fundamentando) el neologismo del título y dejando ver la poderosa personalidad de la gata, bastarda y todo. La quinta estrofa, al igual que la primera, vuelve a arremeter con un único verso que informa cuánto duró la atenta observación de la felina: le bastó medio minuto para dar cuenta de todo ese universo, cosa que los humanos no siempre podemos ni sabemos realizar. La última estrofa, gran y perfecto remate de esta viñeta de cotidianeidad elevada a poesía, cierra el círculo interpretando el lenguaje felino a la perfección y dejando una lección moral para los sorprendidos y escasamente lúcidos humanos que tenemos la suerte de convivir con deidades peludas así de maravillosas. 

P. D.: Sí, ilustro este posteo con una foto de mi amada Catina, dueña de una gatidad irresistible. 




GATIDAD

La gata entra en la sala en donde estamos reunidos.

No es de Angora, no es persa
Ni de ninguna raza prestigiosa.
Más bien exhibe en su gastada pelambre
Toda clase de cruces y bastardías.

Pero tiene conciencia de ser gata.
Por tanto
Pasa revista a los presentes,
Nos echa en cara un juicio desdeñoso
Y se larga.

No con la cola entre las patas: erguida
Como penacho o estandarte de guerra.

Altivez, gatidad,
Ni el menor deseo
De congraciarse con nadie.

Duró medio minuto el escrutinio.

Dice la gata a quien entienda su lengua:
Nunca dejes que nadie te desprecie.

José Emilio Pacheco
El silencio de la luna: poemas, 1985-1996.

29 de marzo de 2021

Delicadas gemas: los haiku

Creo que cuando inicié el CdP mi conocimiento del haiku todavía era bastante escaso y no iba más allá de los más conocidos de Bashô, como el que ilustra este posteo y algún otro. Pero muy prontamente habría de superar ese desconocimiento y adentrarme en su estudio y ejecución, aunque esto último con suerte muy varia. No obstante, el haiku, esa delicada gema poética de origen japonés, siempre me pareció una hermosa puerta de entrada a la poesía, especialmente para aquellas personas más refractarias a ella. Al carecer de rima (pero no de ritmo, atención), al ser breve y al estar escrita en un lenguaje sencillo (no por ello menos poético o acendrado) hace que quienes se sienten intimidados por algunas otras cualidades de la poesía (como la machacona rima rubendariana o becqueriana, o la torrencialidad y largueza de un Whitman, o la hermética oscuridad de un René Char) puedan acercarse al hecho poético sin tanto repelús, con más calma y comprobar que la poesía, como la filosofía, nace siempre del asombro. Los haijin (quienes cultivaban el haiku en el antiguo Japón), al igual que cualquier poeta moderno que se precie de tal, se dejaban sorprender por los fenómenos de la Naturaleza a los que tenían la dicha de asistir y así dejaban ese breve asombro por escrito, en esos tres versos, en los que siempre es fundamental que aparezca el kigo, es decir, esa referencia a la Naturaleza o al momento del año. Por eso verán tanta insistencia con el otoño, el verano, las flores, los pájaros, el viento, etc. en esta selección, que extraje de una de las mejores antologías de haiku que conozco (esta). Que la disfruten.





¿Es una flor caída,
la que vuelve a su rama?
¡Es una mariposa!

Moritake


Mariposa: aleteas
¿Acaso de este mundo
desesperas?

Issa


Abre el oído,
somételo
al silencio de las flores.

Onitsura


Cuéntale al sauce
todo el odio y el deseo
de tu corazón.

Ryôto


¡Qué pena arrancarla!
¡Qué lástima dejarla!
¡Violeta!

Naojo


Tan bermejo está el sol,
tan implacable
(pero el viento es de otoño)

Bashô


En la neblina,
en amor y en tristeza enlazados,
lado a lado

Isô


Las hojas muertas
llegan de cualquier sitio
mientras muere el otoño

Shiki


¿A quién le cuento
la pena de acabarse
el otoño?

Ryôkan


Me voy
Te quedas
Dos otoños

Buson

El libro del haiku, 2005.

28 de marzo de 2021

Luciérnagas en el río

Cuando inicié el CdP conocía muy poco de este poeta. Lo tenía visto en las ya numerosas antologías de poesía argentina de mi biblioteca, lo habían mencionado alguna vez en la facultad, sabía que era el poeta favorito de algunos compañeros, pero no me había adentrado en su obra, supongo que porque no era el momento. Es decir, no era mi momento de acceder a esta magia. No siempre podemos acercarnos a un poeta de buenas a primeras. Puede suceder que en el primer acercamiento no ocurra nada, incluso puede ocurrir que nos desagrade o que no captemos cuál es esa maravilla de la que todos hablan. Mucho después, si volvemos a darle una oportunidad, es posible que nos deslumbre y caigamos rendidos ante su maestría sin hesitar un segundo. También puede ocurrir que nunca seamos tomados por su hechicería y está bien: no tiene por qué gustarnos ni deslumbrarnos todo. 
Creo que con Juanele ocurre eso: al principio puede uno sentirse hasta desubicado o extrañado y luego, si persiste, si se deja llevar por la corriente lujosamente lodosa de su poesía, puede incluso terminar como Ofelia ahogándose dulcemente en sus aguas. Es que la poesía de Juanele es la viva voz del río, de las plantas, de la Naturaleza litoraleña cantando a través de sus versos, de sus lánguidos poemas, de esos hilos como caminitos de agua que son sus imposibles de maquetar poemas. La poesía de Juanele es Entre Ríos misma diciendo aquí estoy, esta soy yo, esta mansedumbre verde y dorada, esta rosada comunión, este oro de pájaros y enjambres soy yo. Aunque los porteños sigan ignorándolo todo acerca del interior, cada una de nuestras provincias tiene poetas gigantes que, como Juanele, se transforman en sus voces cantantes. Espero demostrarlo también con este proyecto. 
Gracias a la poeta Fedra Spinelli que ayer tuvo a bien postear esta delicada joya en su muro y me dio la oportunidad de decir estas palabras sobre el enorme Juanele. 

LUCIÉRNAGAS...

Por entre las luciérnagas hacia el río flotamos
pues la sombra está toda de pupilas viajeras.

Y en el río, oh amiga, llamas hondas y móviles.
¿Qué puerto aparecido?
La alta fiesta celeste sumergida,
bajo el encanto de las chispas aladas:
luciérnagas, luciérnagas, todavía en el río!

Obra completa

26 de marzo de 2021

El barco de cristal

[CdP] Aún sin movernos del principio, del caldo proteico y primigenio que me formó, de la cocina donde mi potaje poético comenzó a ser aprontado, surge entonces su ineludible figura. Antes que nadie diga nada, diré que siempre consideré que las canciones son poesía, por lo que no pienso entrar en los rídiculos debates acerca de si la letra de un tango, un bolero o cualquier canción de rock pueden ser consideradas poesía o no... Lo son y punto. Y al que no lo crea, que lea lo que sigue y ya me dirá luego si Jim Morrison era o no era un verdadero poeta. 

THE CRYSTAL SHIP

Before you slip into unconsciousness
I'd like to have another kiss
Another flashing chance at bliss
Another kiss, another kiss

The days are bright and filled with pain
Enclose me in your gentle rain
The time you ran was too insane
We'll meet again, we'll meet again

Oh tell me where your freedom lies
The streets are fields that never die
Deliver me from reasons why
You'd rather cry, I'd rather fly

The crystal ship is being filled
A thousand girls, a thousand thrills
A million ways to spend your time
When we get back, I'll drop a line

Canciones

24 de marzo de 2021

¿Serás, amor, un largo adiós que no se acaba...?

No sé si fue el azar, el destino o la mera casualidad pero los poetas de la generación del 27 llegaron muy pronto a mi vida. Prácticamente los descubrí al mismo tiempo que a mis padres nutricios (Baudelaire, Pizarnik, Girondo, Storni, Juarroz, en rápida sucesión). No hay uno de ellos que me deje indiferente o cuyos versos no lleguen hasta esas profundidades a las que pocos poetas llegan. Quizás porque todo el movimiento en sí mismo significó el gran salto de la poesía en castellano (el gran salto anterior había sido el modernismo), el aquilatamiento de una percepción vital que ya se sabía amenazada (no faltaba demasiado para la guerra civil española), la delicada afinación de un instrumento (el idioma castellano) que da frutos esplendorosos cuando es bien pulsado. Y entre todos los poetas de la generación del 27 para mí siempre sobresale él, Salinas. Nadie como él le escribió al amor y a todas sus venturas, sus fulguraciones, sus opacidades, su inefable centralidad en la vida de cualquier ser humano, por más que los Señores del Mundo se obstinen en lo contrario. Justo hoy me topé en Facebook, gracias a Martín Errecalde, con este bellísimo poema (en puridad, los versos 54 a 90 de ese precioso libro precisamente titulado Razón de amor), justo cuando lo que estoy escribiendo denodadamente cada día (el mostrenco mamotreto inclasificable que mencioné ayer) es, de alguna manera, una ardiente despedida, la despedida de aquello que nunca se va y que nunca dejaré que se vaya, claro.

¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y solo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo;
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primera condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales:
es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo más seguro es el adiós.

Razón de amor

23 de marzo de 2021

Gracias a Dios lo conociste

Debe ser cosa e' Mandinga.
Al igual que en su primera encarnación, esto lo voy haciendo sobre la marcha. No tengo nada planeado, no sé qué voy a postear cada día (hasta ahora es cada día, pero no cantemos victoria; si algo me ha enseñado tener varios blogs es que mantener la frecuencia, cualquiera sea, es un reto poco menos que imposible), no pienso nada por adelantado pero hoy, es decir, hace un rato, estaba pensando que si en los recuerdos de Facebook (no hay día que no los mire) no aparecía ningún poema digno de figurar aquí, una salida elegante podía ser analizar el poema que le da título a la versión mejor armada (pero no definitiva) de mi novela autobiográfica, El depredador y su sonrisa
Este tan adecuado título para la novela de mis días (porque él siempre fue un depredador y yo su presa, aunque pudimos haber intercambiado roles subrepticiamente alguna vez... y porque su sonrisa siempre fue, es y será devastadora) fue extraído de un poema de un poeta colombiano con el que me crucé hace algunos años en algún vericueto de la red, no recuerdo ya cuál, sepan disculpar. El caso es que lo leí y quedé completamente impactada: el poema resumía, magistralmente, lo que yo había vivido con él, con el único «él» posible, con la Primera Causa no Causada, con el origen y recipiente de todos mis poemas (sí, todos, para qué engañarse), con quien a partir de entonces fue llamado, sin él saberlo (o quizás atisbándolo en mi muro), el Depredador. 
Y así lo llamo en mi muro cada vez que algo me lo recuerda y así lo llamé en varios posteos de Curvas y Desvíos (mi supuesto blog «oficial») y así le digo incluso a veces para mi coleto, aunque su sobrenombre real sea otro y su nombre verdadero desfile en ocasiones en nocturnas y desesperadas búsquedas en Google. 
El caso es que a pesar de haber llegado a una versión casi definitiva de la novela, luego de aproximadamente quince intentos o más, el 31 de diciembre del 2019, acaso presintiendo el cimbronazo universal que se venía, decidí que debía escribir todo de nuevo, pero no ya en forma «novelada» sino a modo de crónica o diario íntimo, que parece es lo que mejor se me da (seguro hay quien opina que no, pero no intenten convencerme, mi ascendente en Tauro lo impedirá prestamente). Y a esa tarea estoy abocada, con las lagunas, tropiezos, enojos, nostalgias, ansias, poemas y ridículas cursilerías del caso, más todo el azote pestilente que nos soflama desde hace un año. Allí, en esas páginas, hice el análisis del poema en cuestión, el mismo poema que hoy saltó, como una liebre en el erial, entre los recuerdos de Facebook. Por eso digo que es cosa de Mandinga. 
Creer o reventar.
Mejor creer y leer este poema perfecto, que sintetiza no sólo mi amor irrenunciable por él, sino cualquier amor que se precie de tal. Gracias a Dios lo conociste, como me digo siempre. Incluso con todo lo que duele ahora la distancia, el olvido que nunca llega y los fulgurantes recuerdos que nunca dejan de esplender en la noche oscura del alma, incluso con todo eso, y tanto más, lo conocí. Tuve esa primavera en el alma que no se borrará jamás y que nadie jamás podrá opacar siquiera. 

TATUAJE

El amor y su llaga física.
El que saca de quicio.
El que te lleva a pensar
si es cierto lo que hasta ahora viviste.

El orgulloso y el rídiculo.
El brutal amor
volviendo todo lícito:
traición, engaño, mentira.

El depredador y su sonrisa.
El que te marcó de por vida.
Gracias a Dios lo conociste.

Poesía reunida

22 de marzo de 2021

Los que se fueron

Uno de los enormísimos poetas que se llevó la pestilencia actual. Hace exactamente un año posteaba este poema en su muro. Fue uno de los grandes secretos de la poesía argentina. Quizás deba seguir siéndolo, pero también es hora de que se lo lea y homenajee como corresponde.


DISTANCIA

Ahora que estamos todos confinados
y hasta cuándo
extrañandonos de nosotros o volviendo a nosotros o sino como 
siempre en la experiencia del ser abrumadoramente humanos

pienso
siento
pero más bien estoy seguro de que
debe haber un gran tráfico por lo invisible

inmensas telepatía
incómodas revelaciones

los satélites muestran más azul lo azul
algo descansa

ahora que estamos como
obligados a nosotros

y mucho parece terrible o final o novísimo

te extraño
no lo dudes

ahora
en el no tiempo en la más íntima distancia

21 de marzo de 2021

Veinte años después

Día de la poesía. Comienzo del otoño en este hemisferio. 
Y veinte años después retomo este proyecto siempre abandonado, entrecortado, imposible. 
Desde hace algún tiempo estoy escribiendo algo que me obliga (es una manera de decir) a revisitar el pasado, yendo a buscar vivencias, recuerdos y nostalgias a mis diarios. Así, estoy, ahora, recorriendo los diarios del año 2001, momento en el que, entre otras tantas cosas, di inicio a este proyecto, el Cuaderno de Poesía
Como ya dije cuando abrí este blog, se trataba de ir copiando tanto poemas como reflexiones sobre la poesía, a causa de un hecho bastante particular acaecido en aquel tiempo. No, no me refiero al desmadre político ocurrido entonces, sino a algo completamente personal e intrasdencente (intrascendente en el concierto general del mundo, no para mí, se comprende). 
Una amiga estaba haciendo un taller de poesía con poetas sumamente renombrados, en el marco de una beca. Le habían «bochado» todos los poemas presentados con los argumentos más endebles y progremente rancios. No los recuerdo con exactitud, pero eran insostenibles, posmodernos a rabiar diría hoy. A medida que ella me contaba todo lo que le habían dicho, lo que se leía allí y lo que se esperaba de los «becarios» mi yo poético entró en una suerte de crisis y sintió, por un momento, que nunca había leído ni escrito nada, a pesar de que ya llevaba diez años de imperfecta práctica, estudiaba Letras y me preciaba de que la poesía era lo «mío». La forma que encontré para contrarrestrar todo aquello fue justamente armar ese cuaderno, en el que iba recopilando los poemas que me habían marcado a través de los años, así como las reflexiones y artes poéticas de todos los grandes poetas de todas las épocas. 
Como hoy en día, veinte años después, a veces también siento que no he leído ni escrito nada (a pesar de los libros publicados y de los ahora treinta años de práctica igualmente imperfecta), creo que es un buen momento para remozar este blog y volver a aquella idea-fuerza de no pasar un día sin una línea, o al menos no pasar un día sin haber leído un poema y compartirlo con quien quiera leerlo. También es posible que deje caer algunos análisis de poemas, pero esto está por verse. 
El otro objetivo primordial de estas páginas virtuales es demostrar, asimismo, que la poesía no es esa banalización insulsa que muchos, hoy día, creen que es. No lo diré yo, lo dirán los poemas que compartiré con la mayor frecuencia posible, teniendo en cuenta que aún estamos en pandemia y todo es, por decir lo menos, asaz azaroso y caótico. 
Basta de cháchara, ya habrá tiempo de folgarse en ella si esto prospera. Vaya un poema que no estaba en el cuaderno original porque aún no había tenido la dicha de conocer a esta enorme poeta: 

2

Si puedo dejarte ir como los árboles dejan
ir a sus hojas, tan fácil, una por una;
si llego a saber lo que ellos saben,
que la caída es sosiego, es consumación,
entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
no turbará los grandes cielos lúcidos,
este otoño tan raro, apacible y sutil.
Si puedo enfrentar lo oscuro con los ojos abiertos,
llamarlo estacional en vez de extraño o cruel
(porque incluso el amor requiere un tiempo de sueño),
y, ante el cambio, quedarme quieta como un árbol
perder lo que pierda para guardar lo que pueda,
con la raíz sólida, viva bajo la nieve
el amor permanecerá –si puedo dejarte ir.

Sonetos de otoño